Como cepa, famosa por siempre y en todo el mundo; como vino, aliado ideal para los asados, brioso, fabuloso… ¡Ya es hora de dejar el temor por el Cabernet Sauvignon!
Hasta le cambiaron el nombre, no de manera formal, pero sí como apodo y de los cariñosos. En la bibliografía se le identifica como Cabernet Sauvignon y en los viñedos del mundo, de Francia a Australia, de Estados Unidos a España y Chile, de Argentina a Italia y Sudáfrica, se le declaró como la cepa reina entre las tintas porque es la más extendida en el planeta. En Colombia hizo fama de potente y de prepotente, de hostigante, de ser too much para la copa del entusiasta y del nuevo aficionado. “Es amargo”, le han dicho, no con precisión, pero sí con disgusto. Los expertos aquí y en todo el mundo, en cambio, lo suelen adorar.
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Pero los tiempos cambiaron, los enólogos entendieron el mercado y hoy promete tener atributos para ser el amigo de todos, al punto que en redes sociales se le comenta con gusto como #CabSauv. De fiero a compañero chévere.
Un buen Cabernet Sauvignon es la pareja ideal para una tarde de asado.
La transformación del dobletroque
Sus copas siempre dan de qué hablar y José Rafael Arango en una de sus correrías de difusión de la cultura por Colombia lo presentó como “la cepa con la que no debimos conocer el vino en nuestro país”. Dijo el sommelier, “entender el mundo del vino tomando Cabernet Sauvignon, es como tener la primera clase de conducción de vehículo manejando un dobletroque”. Ay, echando reversa en La Playa con la Oriental.
José Rafael se remonta a los ochenta cuando las primeras botellas de las que se tuvo noticia en Colombia, que querían abrirse un lugar en un mercado de aguardientes, cervezas, gaseosas y jugos naturales, representaban la cepa Cabernet Sauvignon. Y, añade la también sommelier Catalina Rugeles, esas botellas “nos enseñaron el vino con unos Cabernet muy desajustados, de taninos muy recios”.
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Dice la sommelier Catalina que como resultado de esas primeras copas a muchos les quedó la noción de tragos rústicos, bruscos, que no se dejan disfrutar. “Crea fama y échate a dormir”. Y con ella coincide su colega Isabel Mejía: “El consumidor promedio le tiene un temor que puede ser fundado, se le califica como un vino muy fuerte”.
De ese primer momento de verdad resultaron deserciones, “es amargo, no me gusta”, por experiencia propia o como resultado del voz a voz, pero también la búsqueda de alternativas, que el mercado supo ofrecer mediante Merlot y, con el tiempo, con la buena gama de tintos que hoy encontramos en tiendas especializadas y en supermercados: Carmenere, Malbec, Shiraz, Bonarda, Tempranillo y una infinidad de ensamblajes.
La nueva ola y el #CabSauv
Como sommelier, Catalina Rugeles tiene el vino como un aliado laboral permanente. Hacía parte de quienes le pusieron una barrera al Cabernet Sauvignon, pero de probar e intentar, hoy se define como “una enamorada de la cepa. He tomado unos tan buenos, tan elegantes, finos, muy bien elaborados”.
La diferencia para ella no fue solo el resultado de entrenar olfato y gusto sino el propio trabajo en los viñedos. “Desde el más sencillo, podemos encontrar buenos ejemplares. Por fortuna, los enólogos han decidido crear vinos que, desde los más jóvenes, están listos para ser tomados, que son amables y muy buenos. Saben llegar a un mercado más amplio, que no está dispuesto a pagar altas sumas de dinero por un buen brindis”.
“Es muy chévere, es rico. Los jóvenes son intensos y los que tienen envejecimiento por la guarda en madera han suavizado su intensidad. Y en uno y otro caso siempre serán una buena elección para acompañar carnes con buena grasa”.
¿Hay que darle, además de apodo, otra oportunidad al #CabSauv en copa? Sin duda, sí, dice la sommelier Isabel Mejía. “Es muy chévere, es rico. Los jóvenes son intensos y los que tienen envejecimiento por la guarda en madera han suavizado su intensidad. Y en uno y otro caso siempre serán una buena elección para acompañar carnes con buena grasa”.
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Hay que saberlo: el producto de la reina de las cepas tintas cambió. Y hay que volverlo a probar. Y como el vino se toma con la gente querida y con comida, que el plan sea con un buen asado de res o con una tabla de quesos camembert, cheddar y emmental y unos buenos embutidos; con cordero, platos con salsas picantes o un corte a la pimienta, un buen fondue y, como sugiere Daniel Calle, de Novili, con costillas BBQ